domingo, 29 de mayo de 2016

Historia de la identificación de las personas

-Histoire de l’identification des personnes
-Ilsen About y Vincent Denis [FRA]
-Primera edición: 2010
-Historia cultural / Microhistoria

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Cuando somos pequeños y comenzamos a llevar clases de historia, todo es descubrimiento. Resulta extraño de considerar, pero hubo un momento en la vida de cada uno de nosotros en el que Moctezuma, Cortés, Hidalgo, Morelos y Juárez (y los menciono a ellos porque es la historia de México la que uno toca primero en el salón de clases)[1] sólo eran rostros en una monografía o nombres resaltados con negritas en un libro de la SEP. Durante tal etapa, el primer impulso es el de memorizar nombres y fechas, lo cual, si bien mecánico y antianalítico, es perfectamente entendible. Cuando a uno le piden que cuente “de qué trata” un libro o una película, después de todo, lo más probable es que provea los datos duros de la trama —una especie de sinopsis, si se le quiere ver así— como si comprendiésemos intuitivamente que el núcleo de una narrativa yace, primero, en la información más fría y estructural posible, en el meridiano periodismo del qué, de los quienes, y de tan sólo el más fundamental esbozo de los cómos y los porqués. Los detalles vienen después, indicaría esta lógica.

El problema —porque la superficialidad casi siempre es un problema— es que muchos se quedan allí cuando en realidad eso no es más que el nivel uno. Después de esos primeros años en que nuestras mentes prístinas reciben y se regocijan en la simplicidad del conocimiento puro, vienen otras cosas —para quienes decidan levantar un libro de historia de verdad, claro. Están los textos que siguen los mismos grandes acontecimientos que uno aprende en la escuela (guerras, sobre todo), pero esta vez con un lujo de detalle enriquecedor o con una perspectiva ideológica reveladora. Y también está otra forma de escribir historia: buscando ya no el acumulamiento de información sobre los “puntos importantes” de la gran trama histórica, sino el redescubrimiento, por parte del lector, de su propia condición como sujeto de infinitos procesos mínimos, los cuales hemos aprendido, a través de los siglos, a ver como la simple naturaleza de las cosas. En sus bolsillos probablemente haya una tarjeta electoral, ¿no? ¿Pero qué es eso, cuando uno lo piensa bien? ¿Qué hace allí? Y todavía peor, ¿quién la puso allí? En muchos sentidos, la historia del hombre moderno es la historia de la burocracia, de los trámites, del papel y el sello como modo de probar que uno existe, del sujeto condicionado y justificado por la tinta y la grafía. El libro de About y Denis es una breve y económica historia de cómo es que llegamos aquí, cómo es que decidimos que dejarnos identificar, vigilar y reconocer en todo momento era una buena idea.

La identificación designa, en el dominio histórico, la acción de identificar a una persona, una operación que tiene diversos sentidos. Identificar a alguien es establecer las características propias de una persona con el fin de demostrar su singularidad y su carácter único: identificar es «singularizar». También consiste en distinguir a un individuo de otro, es decir, «diferenciarlos». Y por último, es comparar unos datos y unas características conocidas y determinadas con una persona, para asegurarse de que es la misma en un momento u otro y en un lugar u otro: identificar es «reconocer».

Lo primero que deben saber acerca del libro de About y Denis en específico es que, a pesar de ser muy breve, no es un trabajo de difusión popular. Cada cuantas páginas hay unos recuadros sombreados en donde los autores insertan información secundaria que resulta interesante y, en ocasiones, hasta divertida, pero pronto queda claro que no es el objetivo de este libro entretener a un público impaciente. Es más bien un estudio serio, que al final de su modesta duración presume de una nutrida bibliografía de quince páginas, y que en su lujo de detalle burocrático quizá les arranque unos bostezos. Pero está bien, nadie dijo que leer sobre procesos de papeleo fuera a ser divertido; lo que se pide es que sea iluminador, y en eso cumple bastante bien, aunque con reservas. Además de que es un libro ligeramente demasiado corto, otra cosa que hasta cierto punto me decepcionó es algo de lo que debí estar más advertido: es una historia cultural francesa, y las historias culturales francesas se toman bastante en serio esa última palabra. Hay menciones ocasionales sobre el desarrollo de los mecanismos de identificación en otros lugares del mundo, incluyendo una a México, pero el enfoque siempre está firmemente plantado encima de Francia, lo cual produce un efecto de miopía sobre la lectura. Uno no sabe muy bien si Francia es de verdad un país clave para el desarrollo de los mecanismos de identificación globales, tanto así que pueda ser usado como ejemplo universal, o si más bien los autores y la editorial están tratando de vender una historia regional como algo más trascendente de lo que es —si yo escribo una crónica sobre un convento de capuchinos no la puedo titular Consideraciones sobre la religión católica, ¿o sí?—.

La división misma del libro refleja este eurocentrismo, identificando las épocas de desarrollo de los mecanismos de identificación como: el Medioevo, el Renacimiento, el Siglo XIX (“época del estado nación”), el periodo del fin de siècle a la Segunda Guerra Mundial y los vagos años posteriores hasta el presente. Si uno quisiera, de este lado del Atlántico, salir de este libro con alguna observación sobre la identificación interpersonal y jerárquica en el mundo prehispánico, por ejemplo, tendrá que llegar a ella por medio de la extrapolación, identificando similitudes entre lo que los autores apuntan aquí sobre Francia y lo que uno sepa de otras culturas —en este ejemplo específico uno tendría que recurrir sobre todo a las primeras 70 páginas, donde hablan de mecanismos primitivos de identificación por medio de insignias y ropajes, pasaje que, por lo demás, es fascinante—. Una de las mejores cosas que tengo por decir a favor de este libro es que sus mejores momentos me recuerdan a ese afán investigativo de Foucault, si bien About y Denis nunca pretenden implantar su historiografía dentro de un esquema de pensamiento definido. Hay algo de ese espíritu que se cuela: esa noción de que el Ojo que siempre nos observa (pues así es la vida del hombre moderno) tiene fallas, está condicionado por múltiples factores, y que haríamos muy bien en no confiar en él por completo cuando nos dice que tal o cual persona o idea es parte válida de la tribu o no. El IFE, el título profesional, la cartilla, el acta de nacimiento, todas esas maravillas que le piden a uno cada que se atreve a exigir un servicio de su gobierno, ¿qué son? ¿Por qué son? ¿A quién le conviene que existan?

A pesar de sus defectos y limitaciones, las observaciones más lúcidas del libro logran despertar en nosotros, aun si no somos europeos o franceses, esa epifanía histórica en donde las pequeñas cosas inocentes del pasado revelan su naturaleza transfigurada en el presente: las firmas y los sellos surgidos en los albores de la palabra escrita moderna transformados en el logotipo actual, los documentos de libre paso entregados por los príncipes a sus heraldos en el mil veces maldito pasaporte moderno, o bien las viejas insignias cosidas sobre la ropa en la Edad Media transmutadas malvadamente en la estrella amarilla de los campos de concentración. El libro de About y Denis no es una historia exhaustiva, y a veces peca de miras estrechas, pero sirve muy bien como esbozo introductorio mediante el cual uno puede dar el primer paso hacia la desnaturalización de la vida moderna al aprender que algo tan ignorado como los mecanismos de identificación, que creemos son simplemente la forma de ser de las cosas, podrían muy fácilmente ser de otro modo, y en realidad nos hablan no del progreso lineal o de una realidad inamovible, sino al contrario, de los vericuetos casi indistinguibles del tiempo y de las ideas humanas. En otras palabras, es una obra que deja una sensación de intrigante inconclusión; le falta carne, pero el esqueleto es suficiente para entretenerse y pensar un buen rato.

Hay lazos estrechos que unen […] los dispositivos materiales, las concepciones de la identidad individual y las relaciones de poder, en unas configuraciones que se transforman sin cesar. […] Desde la época medieval, el significado de los documentos de identidad ha cambiado, e incluso se ha invertido con su generalización: éstos dibujan en negativo lo que los individuos no son, convirtiéndose por tanto también en instrumentos de exclusión.

[1] Si son de otro lado, me disculpo. No debe costarles mucho trabajo hacer la sustitución, sin embargo.

Para completar:
Caplan, Jane y John Torpey (ed.) Documenting Individual Identity: The Development of State Practices in the Modern World.

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