miércoles, 22 de febrero de 2012

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

  • Nejimaki-dori Kuronikuru 
  • Haruki Murakami (Japón) 
  • Primera Edición: 1994 
  • Novela

¿Puede un ser humano llegar a comprender plenamente a otro? Cuando deseamos conocer a alguien e invertimos mucho tiempo y serios esfuerzos en este propósito, ¿hasta qué punto podremos, en consecuencia, aproximarnos a la esencia del otro?

Todos, unos más y otros menos, perseguimos un bonito objetivo. Esa cosa extraña, impalpable, indescriptible, que a muchos de nosotros, en un ataque de estupidez, nos ha dado por pintar de rosa. Esa cosa de nombre meloso que adorna todas nuestras tiendas en Febrero —casualmente. Creo que ésta es una historia de amor, pero no me atrevo a asegurarlo. En primera, porque es una historia que roza las mil páginas, y por lo tanto trata con una miríada de temas. Y segunda, porque es de esas historias que te hacen cuestionar tu definición de amor. ¿Qué tan grande, o pequeño, es el papel de la pasión dentro del sentimiento? ¿El de la simple compañía? ¿El de la tolerancia? Incluso, ¿el de la locura?

No mentiré. Después de leer Kafka en la Orilla me sentí muy valiente y agarré el libro más grueso de Murakami que vi en la librería. Sabía lo que me esperaba, y lo obtuve, pero en cierto modo es un monstruo muy distinto. El estilo que me sedujo en Kafka estaba ahí, pero más crudo; en construcción. No puedo decir que vea a un autor inmaduro, pero sí lo veo encontrándose. Para empezar, no creo que tuviera una idea definida de qué hacer cuando comenzó este libro. Simplemente no me lo parece. La forma en que los personajes se van y regresan sólo para esfumarse de nuevo puede ser muy caótica si no estás preparado. Y sin embargo, ese desapego entre los personajes lo hace un tanto más realista.


Me gusta pensar que cada libro plantea una pregunta. Por supuesto, de esa pueden derivarse muchas otras, pero creo que siempre hay una central. Y en este caso, a pesar de que la impresión que la historia dejó en mi mente fue la de un líquido derramándose por todos lados, sin fronteras ni orden, creo que la pregunta central está cercana a esa cita con la que inicié la reseña. Toru Okada es un hombre normal. Tiene un gato. Vive en un piso común y corriente. Y, sobre todo, ama a su esposa. Hasta suena extraño. No son muchas veces las que uno encuentra una historia de amor hacia la esposa. La otra que se me viene a la mente —quizá por ser también japonesa— es El Año de Saeko, de Kyoichi Katayama. Pareciera que el matrimonio erosiona todo lo que vale la pena escribir sobre el amor de pareja. De nuevo, Murakami le da la vuelta a la convención, presentándonos una fantasía metafísica absurda en cuyo corazón encontramos el deseo de permanecer tranquilos, seguros, al lado de una persona que queremos.

Soñaba contigo a menudo. Eran sueños llenos de coherencia, muy vívidos. En sueños, tú siempre me buscabas desesperadamente. Nos hallábamos en una especie de laberinto y tú ya estabas muy cerca de mí. Quería gritar: “¡Ya te falta poco, por aquí! Pensaba que si me encontrabas y me estrechabas entre tus brazos, todas mis pesadillas acabarían y todo volvería a ser como antes. Pero no podía gritar.

Lo que más aprecio de éste libro es la calma con que el protagonista ve los obstáculos dementes que se le presentan. Él no pide mucho. Eso es lo más bello de la historia. Es una persona simple, que quiere llevar su vida cotidiana con dulzura. No le importa que aparezcan fuerzas inexplicables para separarlo de esa vida —una de ellas con el nombre de Noboru Wataya, uno de los mejores villanos que he leído—, él se mantendrá estoico, usará las pocas cartas que tiene a su favor, y esperará el regreso de su Kumiko. Esperará cuanto sea necesario. Sentado, escuchando música en el apartamento, a la deriva en el reino desconocido de los sueños, o hasta en el fondo de un pozo.

Hay muchas cosas que pueden separar a una pareja, aún cuando el cariño es sincero. Demasiadas. Quizá, como le pasa muchas veces a nuestra especie, hemos complicado las cosas demasiado. Quizá hemos ahogado el cariño con sogas de moral, de costumbre, de imagen. En la universidad nos hablan de “tratados sobre el amor”, como El Collar de la Paloma o el Arte de Amar. No sé, puede que sean buenos como textos, pero no estoy seguro de apoyar el que existan. Es hacer filosofía de la emoción, lo cual me parece querer hacer mermelada con ortigas. Disculparán que escriba esto aquí, pero después de todo es Febrero y uno necesita desahogo del bombardeo de globos de Mickey Mouse y tarjetas de Piolín. Uno necesita reafirmar sus creencias, y yo creo que el amor es algo mucho más ligado a la compañía incondicional de lo que se cree. Más que al deseo o la infatuación.

Toru y Kumiko quizá no sean la pareja más extrovertida. Pero, a través de la multitud de obstáculos —absurdos y no tan absurdos— que Murakami les presenta, se demuestran su cariño verdadero. No es necesario hacer que se besen en la lluvia. Ni siquiera tenerlos en el mismo cuarto. Sólo se necesita un suspiro, una promesa. ¿Por qué sigues esperándola?, le preguntan varías veces a Toru. No sé, responde, con mínimas variaciones. Puede ser que esa sea la realidad del amor: la incertidumbre de las razones, con la certeza del objetivo.

Así es que, en resumen, La Crónica del Pájaro que da Vuelta al Mundo es una de las historias más excéntricas que he leído, definitivamente. Pero también es muy romántica. No del modo en que un ramo de rosas es romántico, sino en la forma en que acurrucarte en un sillón a escuchar un disco con esa persona es tan deseable. No iré tan lejos como para decir que es una lectura obligada, pero si es una muy encomiable. Más que porque el libro sea bueno, porque es original y su mensaje es muy bello. Es una historia acerca del valor de esos momentos silenciosos y tenuemente dulces que pasamos en compañía, y de cómo, aun siendo  nosotros muy ordinarios y defectuosos, al estar estos momentos amenazados somos capaces de enfrentarnos a todo. A lo inimaginable. A las tinieblas más aciagas.

En aquella porción circular de cielo brillaban con viveza incontables estrellas, como si el espacio hubiera estallado en diminutos fragmentos. Mudas estrellas taladraban con su luz acerada aquél techo de infinitas capas superpuestas de tinieblas. Podía oír soplar el viento en lo alto. Parecía una voz que llamara a alguien. Una voz que yo había oído tiempo atrás.

TusQuets Editores (Colección Maxi): $189
TusQuets Editores (Colección Andanzas): $343
Disponible en:
- Gandhi
-El Sótano
- Porrúa
-FCE

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