domingo, 4 de noviembre de 2012

Delirio

  • Laura Restrepo [Colombia]
  • Primera edición: 2004
  • Novela

Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en que un hombre me abrió la puerta de esa habitación y vi a mi mujer sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera.

Les presento uno de mis libros favoritos, y perdonaran que esta entrada llegue a ser un tanto personal, pero Restrepo atrapó una de mis fibras más sensibles desde el título mismo: la locura. Sin afán de llenar espacio, les diré que este libro tenía que llegar a mi vida. Lo había visto cuando fue estrenado, en 2004, con el brillante moño del “Premio Alfaguara”, reposando en un estante del supermercado. Pero la portada le dio desconfianza a mi padre: una mujer acostada en una cama, un niño desnudo sentado al borde de la misma y muchos peces dorados cayendo del techo – se llama Revenge of the Goldfish y es mi imagen favorita–, por lo que no pude comprarlo. Tan lejos y tan cerca, dirán algunos. Pasaron los meses y fue quitado del estante; pasaron los años y fue apartado de mi memoria inmediata… hasta que apareció. Usado, maltratado, costando la mitad de su precio original, arrumbado en una esquina del mercado de libros viejos. Me esperaba; y yo lo esperaba a él.

¿Por qué esta fijación? No era el logotipo de “Premio Alfaguara”, ni la portada, sino las palabras impresas atrás. Todos los secretos están guardados en un mismo cajón, el cajón de los secretos, y si develas uno, corres el riesgo de que pase lo mismo con los demás. “Develar”, quitar velos, encontrar la verdad. ¿Qué verdad escondían aquellos peces cayendo? El libro ameritó el aplauso del señor Saramago; el problema fue que cuando yo lo adquirí no tenía idea de quién era Saramago, por lo que ni siquiera su aplauso tuvo influencia en mí. Leí el libro porque se llamaba Delirio, y por aquella época yo ya deliraba en mis propios mundos que terminarían en desastre.

Cuando Aguilar devuelve las fotografías a su lugar en la repisa, piensa que lo único que ha logrado comprobar con su triste test de laboratorio es que el delirio carece de memoria, que se produce por partenogénesis, se entorcha en sí mismo y prescinde del afecto, pero sobre todo que carece de memoria.

Y Aguilar está en lo correcto, porque el delirio te arrastra lejos del presente, de la realidad y, sobre todo, lejos de ti mismo. Agustina linda, Agustina del alma, ¿dónde te has metido? Será el rosario de Aguilar, su murmullo por días, por meses. Y Agustina está atrapada en la inextricable barrera del presente Colombiano –ahogado en drogas y lavado de dinero–, de su pasado familiar y de un pasado que ya no le concierne. El pasado de su abuelo, el alemán, Nicolás Portulinus, quien fuera un pianista reconocido en su natal Alemania y un compositor de ocasión en su ahora tierra caliente, Sasaima.  El abuelo Portulinus que tuvo que casarse con su alumna, la ahora abuela Blanca, y a quien ama más que a nadie. El abuelo que sueña con Farax, o tal vez Farax sueña con él. El abuelo que insulta a Blanca, y le pide que lo deje volar, que deje de ser una pesada carga para él. El abuelo que delira, que delira y enlista todos los ríos de Europa por orden alfabético, siguiendo el cadáver de su hermana ahogada. El delirio que ha llegado hasta Agustina. Agustina querida. Agustina del alma. Agustina que se ahoga junto con el delirio. Pero no es tu culpa, Agustina linda, no es tu culpa. La culpa ha sido del Midas McAlister y del Araña y de una apuesta que hicieron junto con Joaco, tu hermano, y todo por culpa del caballo Perejil. Pero tú no sabías, Agustina; nadie sabía en que iba a terminar aquello. Nadie sabía que el Araña iba a quedar inválido y que luego harían la Operación Lázaro, para ver si resucitaban su sexo. Nadie sabía, Agustina del alma, que todo iba a recaer en ti. Nadie sabía que Pablo Escobar iba a querer hacer llorar a Colombia con cada peso que le sobrara del lavado de dinero. Cada peso que se debe a mantener las riquezas de los magnates colombianos, las riquezas de tu padre Agustina, las riquezas de Colombia. Porque eso hace Pablo Escobar, Agustina, hacer ricos a los ricos y luego esos mismos ricos aprueban una ley para mandar a los narcotraficantes a Estados Unidos. Por aquí le besan los pies, por allá lo persiguen cual rata. Y Escobar dijo que usaría cada peso en hacer llorar a Colombia, y siendo Escobar el hombre más rico del continente, ¿te imaginas, Agustina preciosa, cuántas lágrimas nos faltan por derramar? Pero ni Carlos Vicente Londoño, tu padre, Agustina, tu padre al que, dicen, mataste de un coraje, ni él sabía que todo terminaría así. Tú tampoco sabías que la magia se iba a romper, que las fotografías de la tía Sofí no iban a proteger siempre al Bichi, ni que la madre le daría la espalda al cordero. Nadie lo sabía, Agustina. Nadie sabía que en esa casa no pasaba nada, nada en absoluto. Nada sobre el delirio. Pero Aguilar te está buscando, Aguilar casi te encuentra, hasta que te vuelves a ir. Te vas lejos de él, regresas con tu padre y con tu Bichi-bichito, y Aguilar se queda atrapado en una esquina de la casa. Porque le has dicho que es un cerdo, le has dicho que se debe quedar ahí porque tu padre viene de visita. Y Aguilar te espera, Agustina. Te espera porque sabe que el cajón de los secretos se ha roto. Y porque el delirio del abuelo Portulinus te ha alcanzado. Y porque el Midas tampoco tiene la culpa, su única culpa es haber nacido pobre con la ciega ambición de llegar a rico. Y lo logró, Agustina, se hizo rico haciendo rico a tu hermano Joaco. Por eso es el Midas, porque todo lo que toca se convierte en oro. Tampoco la tía Sofí tiene culpas. Ni tú. Ni nadie. Tan sólo el cajón se tenía que quebrar tarde o temprano. Y el delirio te arrastra por Sasaima, por la tierra caliente. Y debes purificarlo todo, debes limpiar la casa, debes limpiarlos a todos de pecado. Por eso pones baldes llenos de agua, para limpiar. ¿Es eso? Es eso, Agustina linda. ¿O tal vez sólo recoges los peces dorados que van cayendo del cielo? ¿Por qué, Agustina, por qué te hundes con Colombia? ¿Por qué no mejor regresas al árbol del abuelo Portulinus? Suelta ya a tu padre, Agustina, suelta ya al Bichi. Ven, Agustina, ven que te está llamando Aguilar. Vuelve al árbol. Vuelve del delirio, que el todavía te quiere. Aunque pongas de cabeza la casa de su ex-esposa, aunque te haya encontrado en un hotel donde tal vez tuviste una aventura, aunque tú no lo recuerdes. Él te quiere, Agustina linda. Te quiere aunque Escobar esté haciendo llorar a Colombia. Vuelve Agustina linda, vuelve al árbol, vuelve.

¿Nuestro árbol?
El árbol nuestro.
¿Tuyo y mío?
Tuyo y mío
¿Tú y yo?
Tú y yo
¿Nosotros dos?
Sí, amor mío, nosotros dos.
starkes Mädchen.

Editorial Alfaguara:  $239
Punto de Lectura: $139
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE

2 comentarios:

  1. Nunca he escrito aquí, pero he leído TODAS las entradas.
    Con esto de que termina el semestre no tengo tiempo de nada, pero en vacaciones ya tengo una lista de libros que gracias a ustedes leeré en vacaciones.
    Bueno éste justamente, Delirio, lo acabo de sacar de la biblioteca. Me encanta estresarme usando mi tiempo de tarea leyendo por placer.

    Me encanta el blog, y lo he recomendado mucho (aunque parece que nadie me hace caso).

    Eso, saludos :)

    ResponderEliminar
  2. Éste también es uno de mis libros favoritos, agradezco la entrada tan bonita. :)

    ResponderEliminar