martes, 27 de septiembre de 2016

Yo antes de ti (#1)

Resultado de imagen para yo antes de ti, frases-Me Before You
-Jojo Moyes [U.K.]
-Primera edición: 2012
-Novela


Hace aproximadamente tres años, llevamos el blog al extravagante mundo de las redes sociales. A Facebook, para ser más precisos. En este tiempo hemos realizado tres ciclos dedicados a libros malos, donde nos hemos sumergido a los bajos mundos del bestseller prefabricado para decirles por qué las novedades editoriales son un riesgo sanitario. Son muchos y muy pintorescos los comentarios que nos llegan durante la dinámica en cuestión: están los que aman la idea y comparten nuestras opiniones, los que son muy elevados como para molestarse por esa clase de literatura, los que se ofenden e insultan nuestras capacidades… pero entre todos ellos, hay un muy selecto y sensible grupo que nos agradece el esfuerzo y que destaca por su invariable pregunta: ¿por qué gastan así su tiempo? Una y otra vez han llegado a preguntarnos cómo lo hacemos, por qué no nos aburre, qué ánimo de sacrificio nos impulsa. La verdad sea dicha, yo nunca había considerado estas lecturas una pérdida de tiempo, mucho menos aburridas. Pero eso es tiempo pasado, un tiempo donde Yo antes de ti no había caído en mis manos. 

Me explico. Todos los libros malos que he reseñado los considero basura orgánica que debe reciclarse para hacerle justicia al pobre árbol que talaron. Y si bien no hay ninguno que volvería a leer, sería injusto declarar que pasaron por mi vida sin dejar una huella. De una u otra forma, ellos provocaron un sentimiento en mí que pudo ir del odio a la hilaridad en cuestión de segundos. Unos pocos hasta me dieron tristeza cuando moría un personaje, porque el pasaje específico era algo con lo que me podía identificar después de vivir esa misma experiencia. Así, Bajo la misma estrella me causó rabia infinita por su actitud manipuladora hacia el lector, con Los juegos del hambre quería matar a Katniss por ser tan odiosa, no podía dejar de reír con lo que decía el supuesto “doctor” de Los cuatro acuerdos y, más recientemente, me parecía increíble la mera existencia de After. Podría seguir enumerando los sentimientos que despertaron estos y otros títulos en mi persona, pero a lo que quiero llegar es que, a su muy patética manera, se volvieron memorables. La experiencia de leerlos pudo no haber sido agradable, pero nunca me resultó completamente aburrida, porque siempre hay algo de atrayente en las miserias humanas; llámenme morbosa, si es que buscan un adjetivo. Pero todo esto se detiene cuando llegamos a Jojo Moyes y su bien conocido Yo antes de ti. Es un alto abrupto y total. Este libro es absurdamente aburrido e intrascendente. Tomando la misma idea que se usó en la reseña anterior, es como comer queso panela solo porque no tienes nada más en el refrigerador o transcribir tablas de Excel sobre la venta de hisopos en 1985. No hay nada de sustancia en sus casi 400 páginas de extensión. (Dicho sea de paso, también es estúpidamente largo).

Vayamos por partes. Sé que este mes está dedicado a literatura web y otras tomadas de pelo, pero eso no evita que sigan existiendo autores tradicionales estorbando en las librerías, por lo que tenemos que reseñarlos. Yo antes de ti nos cuenta la relación de Louisa Clark y Will Traynor. La primera es una mujer sin ambiciones que no quiere salir de su pequeño pueblecito por miedo al cambio y el segundo es un exitoso hombre de negocios que no puede vivir sin gastar sus millones en aventuras. Como la vida es cruel y fea, un terrible accidente deja a Traynor cuadripléjico, llevándose a su novia perfecta, trabajo increíble y vida de ensueño. Y como la vida también es absurda, Louisa acaba como su cuidadora a pesar de que no tiene ningún tipo de experiencia con personas discapacitadas. Eventualmente descubre que Will siente mucho dolor y que lo único que quiere es darle fin a su vida, por lo que en unos meses irá a Dignitas en busca del suicidio asistido. La mujer inútil con medias de abejita decide que este es su momento de brillar y hace de todo para que el hombre quiera vivir, incluyendo enamorarse de él. Pero no puede cambiar su decisión y él muere (perdón, pero es bastante obvio que eso va a pasar), dejándola sola con su amor imposible pero con toda una nueva experiencia de vida que la impulsará a cambiar y liberarse. Ah, y con mucho dinero. Mucho, mucho dinero. O sea, tenemos una típica no-típica historia de amor, con enfermedad y sufrimientos para volverla humana, y a una chica “única y especial” (lo peor: de esas que se la pasan diciendo que “sólo son una chica normal”) quien conquista a un indomable galán con su increíble personalidad. ¿Qué podría salir mal?

Sé que esta no es una historia de amor convencional. Sé que hay todo tipo de razones por las que ni siquiera debería estar diciéndote esto. Pero te quiero.

Pues nada sale mal, esa es la cuestión. Louisa es molesta, pero sin llegar a ser odiosa. Además de que agradezco mucho que no exista ninguna pose literaria en ella que la haga difamar nombres como el de Jane Austen. Will y sus problemas son relevantes para fines de la trama y están vagamente investigados, pero tienen muy poco efecto en el lector. Las personas que los rodean son engranes útiles, poco desarrollados pero no terriblemente planos. Su función es hablar sobre la marcada y añeja división de clases que existe en Inglaterra y lo logran bien, pero el hecho en sí no importa mucho. El espacio se trabaja y desarrolla como una metáfora simplona de los sentimientos de los protagonistas: las habitaciones de Will son lúgubres cuando se siente mal, pero el día es soleado cuando es feliz; al inicio Louisa vive atrapada en un cuartito del tamaño de un closet, pero cuando se comienza a liberar de sus ataduras consigue un espacio mucho más amplio, decorado por su nueva energía. Incluso hay un triángulo amoroso para darle más “sazón” al asunto, porque obviamente la silla de ruedas y la inminente muerte no son suficientes. El libro no falla en cumplir los requerimientos básicos de un bestseller actual, incluso lo supera en algunos puntos porque la autora tiene aquí y allá algunos destellos de humor inglés que abrillantan su trabajo. Pero a final de cuentas nos está vendiendo aluminio para envolver. Blando, frágil y desechable. Brilloso, sí, pero de vida corta. La única razón por la que esta novela rebaza las 150 páginas es porque uno de sus protagonistas tiene mucho dinero, lo cual le permite contratar una compañera, alargar su enferma vida y de paso disfrutar de experiencias privilegiadas como una isla paradisiaca. Unos millones menos y estaríamos frente a un capítulo de Lo que callamos las mujeres, el tema de hoy: “El novio suicida”.

No odio este libro. Ni siquiera creo que debería pasar por nuestra vara el día de hoy, pero está aquí porque se ofrece a un público ansioso de sentir algo que salga de su rutina, y que está más que dispuesto a vender sus lágrimas por unas pocas palabras cursis. En teoría, la historia es conmovedora, porque se supone que nada es más devastador que ver a la persona que amas dirigirse hacia su muerte. ¿Qué involucra esa acción? Impotencia, desesperación, miedo y abandono son sólo algunas cosas que se me ocurren y que la pluma de Moyes no plasma en ninguna parte. La completa falta de atributos distintivos e idiosincrasia en la autora (a.k.a. talento) la lleva a llenar páginas y páginas de lugares comunes para la introspección y la melancolía, del tipo “me encanta ver las hojas caer en otoño” mientras le da la espalda a lo que debería ser su tema principal: la eutanasia. Todo el libro se nos repite una y otra vez que Will sufre, que tiene mucho dolor, que “se ve terrible”, pero si no fuera por la silla el sujeto bien podría tener una gripa muy fuerte, porque para efectos prácticos transmite exactamente lo mismo. Tan es así que los detractores de la novela no se quejan de que sea completamente inocua, lo que les molesta es que Will elija la muerte después de todo lo que hace Lousia por él. Les parece que el mensaje que transmite Moyes es que si estás en silla de ruedas mejor mátate, porque, aún si tienes gente que te ama y estabilidad económica, no podrás ser feliz nunca. (Tal fue el punto de esta creencia que hasta hubo protestas afuera de algunos cines de Australia para que la gente no viera la película).

Está claro que la idea no es esa, que la autora pretende demostrarnos que a veces no se puede seguir luchando con tanto dolor físico y devastación mental, y que debemos aceptar las decisiones de nuestros seres amados por encima de nuestros propios deseos. El derecho de morir es algo que debe ponerse a discusión más allá de visiones religiosas. Pero esta conclusión no la saco de su trabajo, sino de la documentación periodística de casos como el de Marieke Vervoort. Moyes no me deja nada, y los grupos de discapacitados que tomaron su labor como una ofensa personal confirman mi idea de que su libro es oportunista y cobarde. Ejemplo espectacular de esto es que la muerte de Will simplemente no se ve por ningún lado, queda fuera de escena con una falta total de elegancia, como si se le hubiese acabado la tinta a la impresora. Si el punto es enfrentar al lector con la pérdida, ¿por qué rayos la escondes? No es como si Dignitas y su labor fueran un misterio inaccesible. Claro, podemos decir que Will no es el punto, sino que Louisa es el personaje central y lo que nos debe interesar es la transformación que sufre durante su convivencia con los Traynor. Sin embargo, siendo ella tan genérica y poco interesante, tan maleable por las circunstancias y tan influenciable por una figura de poder —porque al final del día termina siendo “educada” por una figura masculina a la manera de Eliza Doolitle en Pigmalión, pero sin el ingenio ni la elegancia—, ¿a mí qué demonios me importa si se transforma o no? Lo que quiero es que deje de vestirse como visitara una feria, pero eso es lo único que no cambia porque se le va lo “única y especial”. Aparte de eso me interesa muy poco su reacción ante la muerte y su decisión de apoyar el suicidio; es más, a Moyes también le importa un pepino, porque al final decide que no veamos a Louisa hasta semanas después de la muerte de Will, cuando su luto ya está en calma y puede gastar el dinero que le dejó en Francia. Por órdenes de él, claro.

Vuelvo a repetir, no odio este libro, pero sí me molesta haber perdido el tiempo con algo tan aburrido. No lo considero terriblemente mal escrito porque la educación inglesa de la autora se refleja de vez en vez. Esto no evita que peque de muletas usadas por principiantes salidos del fanfic (ojo, ella no tiene nada de principiante, lleva años publicando pero era una doña nadie), como hacer innovadores cambios de perspectiva donde nos avisa con un subtítulo en mayúsculas quién va a hablar, porque claro, somos torpes y no podemos inferir nada del estilo… aunque la verdad es que no, porque todos hablan igual. También hacia el final todo se vuelve muy contradictorio y Louisa hace algo así como un viaje en el tiempo para llegar a la muerte de Will, pero hay que entender, o eres dramático o eres lógico, pero no puedes ser las dos cosas.

Al final, y como se dijo con Eleonor & Park, la culpa no es de nuestras estrellas sino nuestra. Si como lectores seguimos dispuestos a abaratar nuestros sentimientos con tal de encajar en los hashtags y las tendencias, las editoriales no se van a esforzar nada en buscar joyas escondidas, pues cualquier cosa sirve para producirnos algo. El efecto estético de esta novela está condicionado a cuánto quieres ser parte de la vida de los actores que interpretan la película y cuánto te aburre tu propia existencia. Yo antes de ti es el camino a seguir para quienes se vendieron con Bajo la misma estrella porque The New York Times les dijo que todo era muy triste. El trabajo de Moyes es menos molesto y, por lo tanto, menos atacado porque no pretende vendernos una profundidad filosófica que no tiene, pero igual es burdo y ocupa espacio vital en librerías. ¿Mi consejo? Ténganse respeto. No regalen sus lágrimas a cualquier manipulador de pocas luces, ni busquen vasijas de plástico para vaciarlas. Perder a alguien amado ha sido el tema de la literatura por años, y son muchos los autores que escriben e interpretan este proceso mucho mejor que Green o Moyes. Asómense a reseñas reales, investiguen dos minutos antes de comprar. ¿Quieren sentir que la vida se les acaba?, para eso está Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama. ¿Buscan a alguien que ponga en papel su pérdida?, Diario de duelo, de Roland Barthes; Ausencia, de Jorge Luis Borges; las últimas páginas de La elegancia del erizo de Muriel Barbery. ¿La vida no es justa? No. Pregúntenle a Saramago en El evangelio según Jesucristo, a McEwan en Expiación, a William Trevor con Marionetas o Edith Wharton en todos sus libros. Bueno, hasta Benedetti en La tregua le pone más ganas. Jojo Moyes es lo último de lo último por el simple hecho de que no se atreve a ir a más, por buscar la salida fácil después de páginas y páginas de encantos genéricos. Casi todos los libros que mencione son la mitad de lo que ella escribe y logran mucho más. Es natural el deseo por buscar alguien que nos acompañe en la pérdida o que nos iluminé en lo que puede ser, pero es infame lanzarnos a la primera palabra bonita que nos regale el marketing por seguir corrientes. No lo hagan.

Irónicamente, una frase sin personalidad de este libro me sirve para ilustrar lo que quiero decir:

Sólo se vive una vez. En realidad es tu deber que sea una vida plena.


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1 comentario:

  1. Como siempre, una crítica bien escrita, minuciosa y justo a la llaga. Lo que sí, personalmente detesté "Un grito de amor desde el centro del mundo"... básicamente por razones similares a las que acá se aplican a "yo antes de ti". Exageradamente adolescente, cursi, personajes planos y fastidiosos. Mi humilde opinión.

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